Ahora, un año después, veo borrosa esa capa que cubre nuestras cabezas llenas de recuerdos aún superficiales. El precioso azul se perdió y solo queda un gris confuso, acompañado de nubes que predicen lluvia... pero aún no hay rastro de ella.

"Notaba un peso enorme en el pecho, como si nuestra relación empezara a provocarme vértigo, como si sintiera que íbamos montados en un tiovivo. Cuando estábamos juntos, nos agarrábamos a los palos de los caballos de madera con fuerza para que siguiera rodando, y el resultado era mágico y bello, y nos dejaba embelesados como un par de niños; cuando estábamos separados, el rítmo de las vueltas empezaba a decaer inevitablemente. Nos volvíamos inestables e inseguros, y supe que tenía que encontrar una forma para no caernos del tiovivo."
QJ