jueves, 23 de diciembre de 2010

No hay vuelta atrás cuando prendidos de los labios salimos de la cocina entre empujones hasta el sofá del salón, desnudándonos con una torpeza que nos sabemos perdonar. No sé si lo que estoy haciendo conviene o no; si dentro de diez minutos estaré arrepentida; si ahora es presente o pasado.

No lo sé, pero me gusta.

En el mismo sofá donde se desgastó durante años nuestra convivencia mirando la tele, estamos medio desnudos manteniendo una relación que es sobre todo un impulso, una necesidad, un te quiero mucho, un necesito que estés bien, un quiero que estés para siempre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario